A PEPA CALVO

Estás con los colores
Abarcando un mundo íntimo
Ensimismando, quieto.
Ofelia Vivaz que va soñando
vírgenes dormidas
vírgenes casi muertas
De niebla y de dulzura
inmóviles de agua.
en sábanas y frutos,
frágiles como el sueño y la fragancia
flotando entre las algas
verdes
de la tristeza.

F. Escalada

— Estoy pensando en ti, porque quizás mañana sea tarde.

– Los misiles duermen aún tranquilos, en sus nidos de acero, pero
¿ hasta cuando señor ?.

– Y sin embargo, la tierra es hermosa y la vida apasionante.

– Lo que sucede es que las atravesamos a tal velocidad, que
nuestros ojos entrecerrados no son capaces de percibir aquello
que se desliza a nuestro lado.

-Pero todavía hay personas, – unas pocas personas – que saben
andar despacio, abrir bien los ojos, y revivir para nosotros, todo
aquello que se nos fue quedando al borde del camino.

– Esas encinas, ese atardecer rojo, esas muchachas, más puras aún
de lo que uno pudo soñarlas.

– Santo Dios, ¿existe de verdad todo esto ?

– Si, existe, y Pepa lo recrea y nos lo acerca como antes lo hicieron
Picasso, Lorca o Juan Sebastián Bach.

– Estoy pensando en ti Pepa, porque quizás mañana sea tarde.

– Y en ti abrazo a todos aquellos que, a través de nuestros ojos
entrecerrados nos habéis  “filtrado” hasta el corazón unas gotas
de belleza, de ternera, de emoción.

– Una gotas, en fin, de vida y de calor humano.

– Y quería decírtelo antes de que se despierten los misiles

José Espinosa de los Monteros

Sus paisajes verdecidos sonde tierra,
pero pudieran haber sido extraídos desde el fondo del mar.

Son paisajes mágicos en donde unos cuerpos tendidos
no sabemos bien  si se están ahogando o si están durmiendo.

Ese mismo desplante hacia el enigma, hacia la magia,
observamos en el que, a mi parecer es el mejor cuadro de cuantos  presenta.

Me refiero a ese dibujo, tan enérgico y tan sacudido de levedades,
en el cual una mujer parece soñar su muerte y su vida,
tendida sobre un lecho y arropada por el valiente vacío,
por el valiente silencio blanco, de una sábana.

Antonio Corral Castanedo
«El Norte de Castilla”

LEVEDAD E IRONÍA EN LA EXPOSICIÓN DE MARI PEPA CALVO

Organizada por la Asociación de Amigos de Arnedo

«No es baladí que las cosas tengan un nombre» dice Goethe, probablemente en su época de Weimar; pero los cuadros que expone, del 3 al 14 de este mes, Mari Pepa Calvo en la Casa de Cultura de Arnedo, no están numerados ni tienen título identificativo. Ni código ni nombre, como los «pájaros anónimos» de Jorge Guillén.

En cada cuadro pueda haber -o no- un objetivo identificable pero el objeto -si lo hay- no está mentado. La singularidad de cada lienzo, la eficacia estética de cada tela emergen desde si mismos. No hay un título que obligue al espectador a consideraciones prefijadas. «Ni en el abstracto ni en el figurativo, no siento la necesidad de buscar nada concreto; la mano va nadando sola por la masa pictórica»

Sin objetos concretos, sin menciones definidas, de cuadro en cuadro, nos vemos obligados a bucear. Es un braceo sin esfuerzo porque nos encontramos con masas leves. Azuletes, rosas, cremas, carmines lejanos. «Olvido lo que pinto y, cuando lo vuelvo a ver, tengo la impresión de que pinto con sordina».

El monte ISASA no tiene penacho de pizarras fieras, es un horizonte con lomo lúbrico de delfín. «Un ISASA de ensoñación, lo he pintado en la ausencia». Debajo de este horizonte blando del ISASA el río no corre; son aguas quietas, entre el cristal, el azul y el bronce.

La suavidad, la levedad, esa ligereza de trazos malvarrosas son, en Mari Pepa, una actitud ¿vital, estética? Quizás ambos calificativos a la vez, pero no son una condición femenina. «Huyo de lo cursi y afeminado».

Las figuras al carboncillo no tienen trazos precisos. Esa yunta arando, esas manos entrelazadas, ese gesto apagado de una madre y un niño, esos rostros cotidianos, todos ellos tienen perfiles humeantes.

En la pared frontal de la sala, un tríptico representa a La Rioja, una mujer yacente, su regazo rodeado de uvas como una alusiva veste báquica. Su brazo, al mismo tiempo rígido y flácido, es una blanca ironía. Un insecto -¿metafísico?- ronda una cabeza encerrada entre cristales. Móstoles -el horizonte cotidiano de la pintora- es una lejanía almenada. El ábside de Vico, desde la alameda del Cidacos con verdes oscuros de resonancias monacales. El calzado arnedano tiene su presencia en unas zapatillas al principio de un camino que puede ser infinito.

Nada grita, nada hiere; todo es un cosquilleo estético, almendrada ironía.

La ironía, la duda, el juego de ser o no ser, están sugeridos en unos horizontes que no son totales. Son horizontes «descuartizados», en planos superpuestos, como vistos desde distintas barreras de cristal. La realidad del cuadro -no otra realidad porque no hay realidad mentada- se nos ofrece en espacios equívocos, espacios diferentes para un mismo horizonte protagonista.

Hace ya unos cuantos años que inició su obra pero es ahora cuando hemos visto por primera vez en Arnedo un número nutrido de sus lienzos. «Hace ya algún tiempo que quería exponer en mis lares pero no encontrábamos la fecha oportuna.»

Hoy, en los noventa, esta exposición de Mari Pepa tiene tintes de madurez, de equívoca madurez, dada su juventud, porque madurez, a veces, es consumación. Pero también hemos visto atisbos de que está a la orilla de algo diferente, de una mañana de nuevas heridas.

Isaac RUBIO RUBIO